La amenaza del coronavirus obligó a la toma de drásticas determinaciones por parte del gobierno en defensa de la salud de todos. Como nunca las medidas adoptadas fueron implacables como la prohibición de salir de las casas sin causas justificadas tal como, de todos modos, en casi todo el mundo se ha prohijado como primera providencia contra el tornado sanitario provocado por el virus.

Tajante y osadas decisiones fueron tomadas desde el mismo gobierno ante el descomunal frente que se precipitó sobre todo el planeta por parte de un enemigo desconocido que sorprende a la humanidad sin más armas que su propia inteligencia y sus lanzas, escudos, arcos y flechas.

Es decir, sin nada en las farmacias y hospitales con qué poner a rayas al ávido microorganismo que no quiere saber pelos ni marcar sino arrasar con más violencia que Atila contra el imperio romano.

Abdo (Der.) y Mazzoleni, duros de roer con los informales. Vale destacar.

En ese contexto, el presidente Abdo Benitez puso al frente del operativo sanitario al Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPBS), como debe ser, secretaría que bajó estrategias y tácticas para encarar esta guerra al virus en total desigualdad de condiciones.

Sin insumos, equipamientos ni medicinas se decide importar lo básico y urgente por lo que se confía – la pandemia exigió restablecer la confianza, esa acción de depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y de la opinión que de él se tiene -, en las gestiones encargadas a funcionarios y empresas determinadas.

Confiando, pero controlando, se dieron las primeras importaciones de insumos que, por no adecuarse a las exigencias, fueron rechazadas una y otra vez dejando sin efecto, incluso, ante los defectos de la segunda importación, el contrato asumido con las empresas contratadas para este fin.

El ministro Julio Mazzoleni, consecuente con su firme postura de no tolerar corrupciones, ni leves y ni mucho menos graves, bajó el martillo este fin de semana contra la importación de insumos y de equipamientos médicos siguiendo la implacable orden del gobierno de no permitir informalidades, por más de emergencia que fuese el momento.

Es de notar que, desde luego, el gobierno ordenó poner en funcionamiento todos los organismos de control a su cargo, reforzando algunos, de modo que las actuaciones en el marco de la emergencia sanitaria sean sobre todo transparentes y desalienten cualquier intento de empresarios o funcionarios públicos de cometer actos de corrupción.

Si Mazzoleni o el presidente de la república estuviesen involucrados para sus propios beneficios en las importaciones de los costosos insumos, como desde algunos medios se insinúa con mucha irresponsabilidad, hubieran dejado pasar las importaciones desde China y el negocio infectado de informalidades hubiera seguido campantemente. Esa voluntad de hacer bien la tarea por parte de Mazzoleni se visualiza con claridad aunque desde algunos medios se busque osadamente trastocar los hechos; es decir, hacer que el cowboy sea el bandido y; este, el héroe de la película.

¿Que las importaciones no llegan en tiempo y forma? Desde luego, las exigencias son de calidad y de cantidad que no se consiguen como un analgésico en una red de farmacias. Es más. Todo el mundo necesita aquí y ahora los mismos bienes, por tanto debemos reconocer que se trata de una compra no fácil de concretar (excepto de parte de proveedoras irresponsables) ya que los países fabricantes primero debieron responder a sus propias demandas.

Nadie que esté en un negocio escupe al asado. Nadie que esté libando el buen vino pateará el odre.

La carga venida de China en el primer viaje fue rechazada, así como la segunda por no reunir las exigencias – hay apuros pero no como para que los proveedores den gato por liebre – lo cual demuestra con rigor la rigurosidad del gobierno sobre el cual algunos medios intentan echar tierra y cemento y exponer con los recursos del eufemismo y condimentado de maniqueísmo que Mazzoleni y, veladamente, el mismo presidente de la República, están comprometidos en las importaciones abortadas lo cual es un contrasentido puesto que, como se expone aquí, nadie patea contra su propia olla. Nadie que esté comiendo escupe al asado. Es, en fin, una cuestión de sentido común.

El laburante es el gobierno, no el haragán. Y es el que elabora la chipa no el que roba la chipa, contrario a lo que un par de medios periodísticos intentan hacer creer a los desprevenidos.